lunes, 11 de julio de 2011

Amanda Durán

poema perfido-patriotísimo.



Hoy yo soy la bandera, recogida del desastre, llena de manchas y barro, rota

Y Chile

un cementerio Ingles que cuenta la historia del mundo.



He visto tantas lápidas sin nombre ,

algunas tienen una foto pegada al mármol,

rodeada de flores frescas tan lindas que parecen plásticas,

húmedas llenas de sudores,

fluidos del hijo no reconocido de América llorando sobre esas fosas podridas de culpa.



Soy la bandera:

este es el país es el desagüe,

un vertedero finísimo donde llega a morir la última franja de tierra.



Soy un conducto de sangre amarga que se acumula

un nódulo de carne en el centro de la historia.



Montañas, montañas he visto montañas tan grandes

que se arrojan al mar o se funden con el agua,

Chile se esconde montaña

se entierra montaña

enorme

y es

una putita tan flaca y tan linda

una putita tan vieja

o tan triste como yo.



Todos somos sobrevivientes de este país sin hijos,

Acá Santa María no es la madre de Dios,

sino un rincón para amontonar los cuerpos en ratoneras.



Y sin embargo

somos felices acurrucados a esta ceniza,

mordiéndo la comisura de nuestros hijos hasta la arcada

a pesar del magnicidio viviendo

sin escondernos, apenas por mantener la rebeldía.



A pesar de todo,

el horrendo ruido de carrozas

el miedo, ese oscuro miedo a no aferrarnos

a no perder el olorcito a morgue que cargamos desde la placenta

ese oscuro, ese siniestro, ese pérfido olorcito de sidario

por que aca nos amamos a pesar del sida

y conocemos historias tan bonitas,

como que un día ibamos a tocarnos

sin asco a contárnos verdades al oído

a lamernos el sudor hasta rompernos.


Hoy a pesar de todo,

nos entregamos al juego de las lenguas

con la misma ternura, con que hicimos el amor con nuestros muertos.

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