poema perfido-patriotísimo.
Hoy yo soy la bandera, recogida del desastre, llena de manchas y barro, rota
Y Chile
un cementerio Ingles que cuenta la historia del mundo.
He visto tantas lápidas sin nombre ,
algunas tienen una foto pegada al mármol,
rodeada de flores frescas tan lindas que parecen plásticas,
húmedas llenas de sudores,
fluidos del hijo no reconocido de América llorando sobre esas fosas podridas de culpa.
Soy la bandera:
este es el país es el desagüe,
un vertedero finísimo donde llega a morir la última franja de tierra.
Soy un conducto de sangre amarga que se acumula
un nódulo de carne en el centro de la historia.
Montañas, montañas he visto montañas tan grandes
que se arrojan al mar o se funden con el agua,
Chile se esconde montaña
se entierra montaña
enorme
y es
una putita tan flaca y tan linda
una putita tan vieja
o tan triste como yo.
Todos somos sobrevivientes de este país sin hijos,
Acá Santa María no es la madre de Dios,
sino un rincón para amontonar los cuerpos en ratoneras.
Y sin embargo
somos felices acurrucados a esta ceniza,
mordiéndo la comisura de nuestros hijos hasta la arcada
a pesar del magnicidio viviendo
sin escondernos, apenas por mantener la rebeldía.
A pesar de todo,
el horrendo ruido de carrozas
el miedo, ese oscuro miedo a no aferrarnos
a no perder el olorcito a morgue que cargamos desde la placenta
ese oscuro, ese siniestro, ese pérfido olorcito de sidario
por que aca nos amamos a pesar del sida
y conocemos historias tan bonitas,
como que un día ibamos a tocarnos
sin asco a contárnos verdades al oído
a lamernos el sudor hasta rompernos.
Hoy a pesar de todo,
nos entregamos al juego de las lenguas
con la misma ternura, con que hicimos el amor con nuestros muertos.
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