sábado, 16 de julio de 2011

Emiliano Navarrete

UNA BUENA OBRA SIEMPRE TIENE TRES ESCENAS


Primera escena,
corro con mis compañeros de la media,
una tarde de otoño por el Paseo Ahumada,
es muy posible que seamos siete, ya no lo recuerdo.
Segunda escena,
me pliego al metal del Jumbo,
avenida Argentina en Valparaíso,
estaba solo, pero eramos miles.

Tercera escena,
es de madrugada, hago guardia con palos,
a lo cro magnon fuera de mi universidad,
no estaba solo, pero eramos pocos.

El primer acto era mi primera protesta,
con apoyo de todos los patriarcas de mi liceo,
pero sin el liceo, sin la corbata,
fuimos unos pocos miles, eso es todo.

El segundo acto fue de mayor épica,
debía rescatar el “lienzo sociológico”
y rescatar mi gorro de gato,
fue la lluvia del guanaco y del mismo Dios.

Tercer acto, un poco zen para mi gusto,
mi jornada de vigilante terminó a las 5.300
como buen soldado, como buen muchacho,
todo un revolucionario.

Y ahora, veo que la primera escena
en realidad fue una semilla,
protesta por el CAE,
crédito fiscal con aval del Estado.

La segunda escena fue la redención,
echar al rector Zuchett y cimentar las bases
de una posible y verdadera
triestamentalidad.

La tercera escena fue una estrella viñamarina,
fue imaginar un horizonte,
fue…
Soñar y tener una visión.

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