sábado, 16 de julio de 2011

Valueria Vargas

Deslenguade


Nosotros, nosotros que le hacemos a la Colicheuque, al centro Gráfico, a los dos colores de la Bruguera que valen media luca, quina entera- Sé matemática, miéchica. Sé matem-.
Nosotros, y como excepción a la regla que confirma todo patrón, hablamos de Focú, de Rambó, de Bodeler, de Mallarmé, de Deburbuá, de Furó y Flober, pero nadie nos enseñó francés.
Por intuición o a causa de algún halo visceral inexplicable, hundimos la lengua en boca ajena al besar: y parimos el beso galo. Engendro, que hace unos años, los adolescentes insistían intercambiar por pulseritas fluorescentes y dotarse, de algún modo, de cierta soberanía lingual.
Andaluces y lusitanos, siglos atrás, modifican genéticamente a los indios. Enarbolan sus falos como consignas, obligando a úteros a digerir la Biblia, la moneda y la deshonra.
Hoy, sentados en fila india una docena de años, nos adiestran la lengua.
En un primer estadio coreográficamente:
/La “m”
/La “p”
/Lelo le lee a Lolo: nuestras madres nos aman y nos miman.
Luego y con la lengua, fragmentan el mundo y las almas:
/Vertebrado, invertebrado.
/Civil, militar, terrorista.
/Popular, marginal, docto: bien-aventura, pecado.
Luego y con la lengua, nos anestesian la voluntad y el ímpetu. Las manos se nos revisten de una pátina caliza, se atrofian: las abortamos. Las rótulas se nos llenan de rencor, nos hartamos de genuflexiones y como consuelo encendemos el televisor: una doncella de ideales proporciones exhibe el ochentaicinco porciento de sus senos y el resto del país se relame.
Luego y con la lengua, nos anestesian la voluntad y el ímpetu. Los calvos, encalvecen y su mollera desierta está cada día más dispuesta a recibir mierda de paloma. Los narizudos a oler mierda, a oler a mierda e impregnar a sus hijos de su hedor. Los panzones a comer mierda, mas la tripa les traiciona: de ahí el incremento en la tasa de cólones irritados. ¡Hagamos de tripas corazones!

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